Parece que vivimos tendiendo al desorden .
O sea, el segundo principio de la termodinámica.
El plato que se cae desde una mesa y se hace añicos contra el suelo. Lo que antes estaba ordenado en una única pieza de porcelana, se convierte en una multitud de fragmentos desordenados. Pero la situación contraria, la recomposición de un plato a partir de sus fragmentos de manera espontánea no la ha visto nadie.
La ruptura del plato es un suceso natural e irreversible, una secuencia temporal adecuada; su recomposición, en cambio, no lo es. Vivimos rompiéndonos.
El universo tiende hacia el polvo, nuestro cuerpo tiende hacia la ceniza. Polvo eres, y al polvo volverás. La uniformidad absoluta es el final de todos los caminos. Si uno abandona su casa, con los años se va destruyéndose lentamente hasta disolverse por completo en el paisaje. Si uno abandona el propio cuerpo, cuando intenta regresar a él, lo encuentra carcomido por la dejadez ,arruinado como un viejo trasto.
Beso el Pilar de Zaragoza. Un humilladero que se encuentra en la parte trasera de la basílica . Un nicho en el que se abre un óvalo por donde se accede a la superficie de jaspe donde,se dice, la Virgen posó el pié. Es costumbre besar o tocar el mármol de culto.Impresiona comprobar como millones de besos han convertido en una oquedad aquella piedra. Un día no habrá labios que lo alcancen.
Un día el Pilar desparecerá. Los ósculos de los años erosionarán toda la civilización. Y los besos del tiempo fundirán la piel de porcelana de la Preysler. Y Vargas Llosa será una alga. Veo Trumbo, la película, y salen en los títulos de crédito al final de la misma los auténticos protagonistas de la historia: parece una sesión de espiritismo : Trumbo, Wayne, Edgard G. Robinson...sonriendo desde el más allá , convocados por el medium del cine en una sala oscura.
Los labios deshojados muestran el rictus de la calavera . El rostro más hermoso fluye hacia la careta acartonada de la vejez.Pero hoy, ¡cuidado!, los monstruos invierten su dinero en cirugías y con la edad dulcifican su perfil hasta hacerse agradables. Ellas y ellos. ¡Cuántas mentiras!
Jeckyl y Hide se cruzan en una hora de la vida y se adivinan en el roce de sus miradas . Los dos tienen miedo. Dorian Grey no quiere mirar su retrato.
Lo mismo que a Bogart y a Ingrid Bergman siempre les quedó París, cuando aquí todo sea anodino y sin sentido, a algunos aún nos quedará el recuerdo vivo de un buen manojo de miradas enamoradas, sus besos, sus caricias, y el sabor de esas sopas de ajos, y de sus gazpachos. ¡Dios qué sopicas y qué gazpachos hacía!
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