lunes, 2 de mayo de 2016

MEMENTO

Parece  que vivimos tendiendo  al  desorden . 

O sea, el segundo principio de la termodinámica.

El  plato que se cae desde una mesa y se hace añicos contra el suelo. Lo que antes estaba ordenado en una única pieza de porcelana, se convierte en una multitud de fragmentos desordenados. Pero la situación contraria, la recomposición de un plato a partir de sus fragmentos de manera espontánea  no la ha visto nadie.

La ruptura del plato es un suceso natural e irreversible, una secuencia temporal adecuada; su recomposición, en cambio, no lo es. Vivimos  rompiéndonos.

El universo tiende hacia el polvo, nuestro  cuerpo tiende hacia la ceniza. Polvo eres, y al polvo volverás. La uniformidad absoluta es el final de todos los caminos. Si uno abandona su casa, con los años se va destruyéndose lentamente hasta disolverse por completo en el paisaje. Si uno abandona el propio cuerpo, cuando intenta regresar a él, lo encuentra carcomido por la dejadez ,arruinado   como un viejo trasto. 

Beso el Pilar de  Zaragoza. Un   humilladero  que se encuentra en la parte trasera de la basílica . Un nicho en el que se abre un óvalo por donde se accede a la superficie de jaspe donde,se dice, la Virgen posó el pié. Es costumbre besar o tocar el mármol de culto.Impresiona comprobar como   millones de besos  han convertido en una oquedad aquella piedra. Un día  no habrá  labios que lo alcancen.

Un día el  Pilar desparecerá.  Los ósculos  de los años   erosionarán  toda la civilización. Y los besos del  tiempo fundirán  la  piel de porcelana de la Preysler. Y Vargas Llosa será una alga. Veo Trumbo, la película, y salen en los títulos de crédito al final de la misma los auténticos  protagonistas  de  la historia: parece una sesión de espiritismo : Trumbo, Wayne, Edgard G. Robinson...sonriendo desde el más allá , convocados  por el medium del cine  en una sala oscura.

Los labios  deshojados muestran el rictus  de la calavera . El rostro más hermoso  fluye hacia la careta acartonada de la vejez.Pero  hoy, ¡cuidado!, los monstruos invierten su dinero en cirugías y  con la edad dulcifican su perfil hasta hacerse agradables. Ellas y ellos. ¡Cuántas mentiras!

Jeckyl y Hide   se cruzan en una hora de la vida y se adivinan en el roce de sus miradas . Los dos  tienen miedo. Dorian Grey no quiere  mirar su retrato.

Lo mismo que a Bogart y a Ingrid Bergman siempre les quedó París, cuando aquí todo sea anodino y  sin sentido, a algunos aún nos quedará el recuerdo vivo de un  buen manojo de miradas  enamoradas, sus besos, sus caricias,   y  el sabor de  esas  sopas de ajos, y de sus  gazpachos. ¡Dios qué sopicas y qué gazpachos hacía!


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TAS MUERTO

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