Somos dos indigentes, dos anhelos , la fusión de seres imperfectos con un único impulso que se sabe perdonar en su debilidad.
El amor así vivido es un misterio que impoirta sólo a dos, y que usa en su vocabulario , sobre todo, dos palabras: "gracias", y "perdón".
¡Ay, los ídolos!.
El hijo pródigo ha llegado al punto de no retorno. Hicieron de él un Dios, él hizo Dios del sexo, de la gula, de la vida en el desenfreno. Arruinado y hambriento envidia la suerte de los porquerizos. Es más, se le cae la baba viendo comer a los cerdos.
Tiene tres salidas a su desvarío:
Morir de hambre , o quitarse de en medio.
Convertirse en un animal más de la Circe totalitaria.
Regresar a la Casa del Padre. Él, por entonces, no sabe que será perdonado, ignora la fiesta que le tienen preparada para cuando vuelva.
Tampoco su padre sabe cómo reaccionará al ver a su hijo regresar.
En ese momento nadie sabe nada, y todo depende de la decisión ante un cruce de caminos.