De repente, otra vez, el Oso Hormiguero del Terrorismo sacó su larga y viscosa lengua sobre la vida doméstica de la gente que iba a sus cosas de cada día: sus labores, amores, alegrías, tristezas , proyectos, ilusiones, querencias, manías.
Alguno estaría desesperado , maldiciendo haber perdido ese metro que le hubiese llevado a una entrevista de trabajo a la que nunca llegaría. Otro esperaba desconsolado el avión que le llevaría a visitar a su madre diagnosticada de un cáncer terminal.
De repente , la vida se viene a
fundido en negro por ese animal fanático sin dientes, pero con una lengua de odio capaz de atrapar 35.000 hormigas al día.
Las afiladas garras del terror abren los agujeros en nuestra sociedad y , ciegos, actúan sin miramientos: sacan y meten la lengua pringosa hasta 160 veces por minuto.
Un detalle de estas bestias: los osos hormigueros nunca destruyen un nido de hormigas, sino que prefieren volver a él en el futuro para alimentarse de nuevo.
Y también es cierto que son ciegos. Para encontrar sus presas estos animales no se guían por la vista-que en su caso es escasa-sino por el olfato. Metáfora inquietante : es nuestro olor, que es nuestra manera de vivir libres, lo que desprecian.
Ayer ,en un hormiguero de Bruselas , el Oso Oscuro devastó la vida sencilla de gente pequeña y normal , de todos los colores . Y lloramos en el mismo idioma, porque el dolor sólo gime una jerga que entendemos todos: las lágrimas son su caligrafía, el llanto las notas musicales de ese pentagrama escrito en clave que todos conocemos de nuestras clases de solfeo.
Descansen en paz.

Descansen en paz.
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