Hay personas que son como algunas especies de estrellas de mar, que tienen la capacidad de regenerar brazos perdidos y pueden crecer nuevos miembros.
El dolor puede generar vida.
Algunas especies también tienen la capacidad de volver a crecer un nuevo disco central a partir de un solo brazo. La regeneración puede tomar varios meses o años.
Una extremidad separada vive de nutrientes almacenados hasta que vuelve a crecer un disco central y una boca y es capaz de alimentarse de nuevo. Una metáfora de esa gente que vive retroalimentándose en la soledad de su propio dolor por la pérdida de una parte que le daba vida.
El amor separado de un modo imprevisto , por un accidente , o por efecto de un depredador , nos parte en dos. Pero el sujeto de tanto dolor no quiere más amores compartidos, y es en su interior , por gemación, por fragmentación, por esporación , o por bipartición, que se reproducen.
Pero siempre de modo asexual.
En el Océano son las estrellas de mar, algunas esponjas, los anélidos, y los corales los que viven así.
En el reino hominal , algunos viudos, y muchas viudas.
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EL BARULLO: LA GOTA DE AGUA.
Vaya por delante que no estoy seguro de haber entendido bien esta entrada.
ResponderEliminarEdgar Allan Poe tiene un cuento, titulado “Eleonora”, que trata justamente del amor roto por el fallecimiento de la amada –que precisamente es Leonora–. El cuento deja claro que es inalienable el derecho del superviviente a renacer a la vida y al amor, y termina con estas estremecedoras palabras que el espíritu de Leonora, la muerta, susurra al amante dormido, que entre tanto se ha enamorado de otra mujer, llamada Ermengarda:
“¡Duerme en paz! Pues el espíritu del Amor reina y gobierna y, abriendo tu corazón a Ermengarda, estás libre, por razones que conocerás en el Cielo, de los juramentos que hiciste a Leonora.”
El fragmento más conmovedor de estas palabras susurradas al dormido es: “por razones que conocerás en el cielo”.
Pero al mismo tiempo tenemos que reconocerles a “algunos viudos y a muchas viudas” su derecho a que, la unión amorosa que una vez sellaron en vida, no quede rota con la muerte del cónyuge. Quizá haya viudos recalcitrantes, “eternos viudos” y “eternas viudas”, que repriman los rebrotes de amor y de vida por miramiento o por un sentido del deber mal entendido. Pero es seguro que algunas personas llegan a compenetrarse tanto que ni siquiera la muerte rompe su unión, o que ni siquiera la vida es capaz de restituirla.