Me desconcierta ese Jesús que perdona fácilmente al que llega al final de su pecado, y sufre sus consecuencias y, sin embargo, al que no está ni frío ni caliente, ese que es demasiado cobarde para hacer públicamente el mal, lo rechaza, y le da caña.
Ese mismo que perdona a una adúltera pillada in fraganti - ¡pobre!: ¡la vergüenza que debió pasar esa mujer!-...y que después sentencia: "yo os digo: todo el que mira una mujer para desearla ha cometido ya adulterio en su corazón".
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