Ante el amor todo importa mucho y nada al mismo tiempo.
La más humilde ofrenda lo conquista y todo el oro del mundo no conseguiría comprarlo.
La menor ofensa le hiere y, sin embargo, es capaz de perdonar hasta los pecados más detestables.
El más ligero soplo le estremece, y el huracán más impetuoso no logra derribarlo.
El amor es inmortal y, al mismo tiempo, más vulnerable que todo lo que muere.
Habita más allá del bien y del mal a la vez que nos impone las obligaciones más estrictas.
No vive de nada, pero lo exige todo.
"Al final de la vida se os juzgará por el amor".
Eso significa que seremos juzgados por nosotros mismos, desde dentro , en una balanza más sensible que la ley. El mismo que dice "tus pecados te son perdonados" , por grandes que sean los crímenes, afirma también que "no saldrás de allí hasta haber pagado hasta el último denario".
¿Qué pasa pues?
Nuestras ofensas son las de un hijo ingrato, o las de un amante infiel : hieren el amor más que infringir la ley, por eso alguna de nuestras deudas duelen tanto.
Por eso Dios nos salvará, porque nos quiere con locura.
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