De mi padre aprendí que nunca es tarde, que siempre se puede empezar de nuevo. Aprendí a perdonarme, y a quererme, porque él me quería sí, como soy ahora mismo.
De mi padre aprendí a no tirar ninguna piedra sobre nadie, sea quien sea, porque esa persona también soy yo.
Aprendí que puedo decir basta a los hábitos que me destruyen, a las cosas que me esclavizan, al dinero, al poder, se vista como se vista, a los que quieren dirigir tu vida por caminos que van a ninguna parte.
Cuando éramos pequeños presumíamos de padres: "mi padre es tal", "mi padre es cual" , decíamos. A veces alguno se marcaba farol y gritaba "¡mi padre es Franco!".
- Mi padre es Dios
Una vez, tendría yo veintidós años, escapé de un centro de la opus donde vivía.
Dejé un papel escrito sobre la colcha de la cama: "no me busquéis".
Anduve un mes y medio perdido y desorientado. La razón de aquella huida podéis imaginarla: había tocado fondo. Fui a Madrid, Cádiz, Torremolinos, Granada...
Durante esos días descubrí que no había tocado fondo. Aún se podía caer más bajo.
Y regresé a casa con mi familia.
Y entendí, ¡de qué manera!, qué significa que tu padre te cubra a besos.
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