A mi padre le encantaba pescar truchas a mano como un furtivo.
De todos los hermanos el más habilidoso fue Chema. Aún practica la afición.
Yo era incapaz de estar sereno y tranquilo al palpar y acariciar el vientre del pez . Sentía el bicho el tacto nervioso de mis dedos y salía a escape.
Muchas veces, regresando de alguna excursión en Pineta , nos entreteníamos a pescar en alguna poza del Cinca. Para mi tenía algo de inquietante. A veces te encontrabas con una culebra debajo de una piedra , y en ocasiones se puede confundir con una trucha; la duda desaparece cuando al intentar sacarla, se te enrosca en la mano.La trucha huye, la culebra se te enrosca.
Río arriba , contra corriente ,con el pantalón arremangado hasta las pantorrillas , la trucha al salir huyendo, siempre va aguas arriba y es fácil volver a encontrarte con ella.
Les gusta estar en una poza , o debajo de una piedra grande. Allí se siente segura y me da que disfruta del masaje del agua en sus escamas.
Las piedras de los pequeños ríos del Pirineo suele tener la entrada por la parte de abajo, contraria a la corriente y no suele obstruirse. Introduces la mano y la vas metiendo en los agujeros que quepa entera.
Mi padre tenía una paciencia asombrosa. Río arriba, con las aguas frías del deshielo, no había lugar que no escudriñara. En el río hay lugares y piedras privilegiadas que suelen estar ocupadas por las truchas más grandes. Lugares un tanto misteriosos por los que tienen querencias las truchas mandonas. .
Le gustaba sacar metáforas y moralejas de las lecciones que da elrtío,y sus habitantes.
- En la vida encontrarás también mandones y abusones.
La trucha busca la piedra muy rodada que le ofrezca una superficie pulimentada donde pueda restregarse, rascarse, sin hacerse daño. Y eso no se lo ofrece la pizarra y menos la caliza, ya que éstas tienen una superficie áspera, picos y aristas cortantes. La trucha siente un placer al restregarse con una piedra suave, con otras truchas o con la mano del pescador.
El mayor disfrute de un pescador, ¡a mi padre le fascinaba!, eras estarse tiempo acariciando el vientre de una trucha debajo del agua.
El problema no es que la trucha sea muy resbaladiza, sino en la facilidad de movimientos y el riesgo de escaparse por cualquier agujero no previsto. Antes de rendirse lo intentará todo, yendo de un lado para otro y buscando una posible salida.
Se enfadaba conmigo cuando veía que tenía miedo a la trucha cuando, alocada, iba de un lado para otro, y yo intentaba echarle mano.
- Déjala hacer: cuando vea la imposibilidad de salir se acobardará y entonces es el momento de intentar apresarla. Ella te dará siempre la cola y guarda la cabeza. Con dos dedos tira de la cola muy suavemente y la vas atrayendo poco a poco. Si ofrece alguna resistencia, tranquilo. Vuelve a tirar de la cola una y otra vez hasta que cansada se entrega.
¡Vaya hombre!
Una vez pasé miedo. Miedo de verdad.
Fue en Liédena, en una poza del tío Irati . Nos dejó en la orilla y fue a chapuzar debajo de una pequeña cascada que formaba una gran poza. Mi padre debía tener unos buenos pulmones, resistía bien de bajo del agua por lo menos medio minuto y mucha habilidad para atrapar las truchas, pues el tiempo apremia.
Me agobiaba verle zambullirse varias veces consecutivas, y sentía un miedo angustioso pensando que no saliese. Hay un peligro. Introducir la mano entre dos piedras o raíces y no poder sacarla. Mi padre nos contó alguna anécdota de alguien de su pueblo al respecto.
Todo viene a cuento de unas truchas que compré en Mercadona, y conté a una mujer estas historias que están , como las truchas de Pineta, en el fondo de la memoria , donde descubro la luz blanca de las aguas perladas al sol del mediodía, las escamas de plata de las truchas y el azul del cielo sobre el verde de aquellos valles que era la inocencia.
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EL BARULLO: APOCALIPSIS
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EL BARULLO: APOCALIPSIS
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