En el callo cerebral de Pablo Iglesias anida el huevo del fanático. Hemos visto antes esa retórica donde se confunde hechos y opiniones. Todo con ese tono demagógico que "campañas" e "intoxicaciones" de "la casta" y de "las élites", o atribuyendo las críticas a una derechona paranoica y vociferante o a una izquierda enmohecida y opuesta al "cambio".
Iglesias suelta idioteces a diestro y siniestro , pero las pronuncia lentamente como enseñando al que no sabe. Entonces esa idiotez adquiere la sonoridad de Sófocles. Con la coleta en ristre, andares achulados, sabiéndose el más listo de la clase , las palabras banales alcanzan mucha profundidad y no menos espanto.
La soberbia siempre ha sido una discapacidad, y en este hombre paralizante.
Los hombres para imponer sus ideas se han servido tanto del disfraz como de las armas. La coleta es un disfraz en Iglesias, y el arma es el insulto, la humillación, la vocalización teatral que escupe las sílabas.
Antes se ocultaba el brujo detrás de máscaras de animales, los hechiceros bailaban junto a la hoguera simulando una cacería, chillaban y profetizaban la destrucción a sus fieles. Luego los sacerdotes se han adornado la frente con grandes cornamentas y a través de la historia no han cesado de lanzar comunicados llenos de amenazas y consejos, mientras también danzaban y el infierno se hallaba a disposición de los fieles.
Los payasos se maquillan y pintaban muecas en la cara. Los jueces se han vestido con pelucas blancas, puñetas y faldones y dictaban sentencia a golpe de martillo de madera. . ¿Qué sería de la moral sin la liturgia y del veredicto sin los negros ropajes?
Iglesias sube al podio del Parlamento con el uniforme del incendiario . Ninguna máscara griega puede compararse con el morreo de Pablo a Domenec , y la bronca incendiaria sermoneada al pobre Sánchez, tan poquita cosa, el pobre.
La luz que desintegra a Drácula es la misma que aniquila a este gañán que bendice la capucha de los etarras, y los ahorcamientos de maricas en Irán. .
A Pablo no le gustan los periodistas, ni la libertad de expresión, porque sabe que el arma de la libertad, que es el ácido más corrosivo.
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