domingo, 29 de noviembre de 2015

EN EL PUERTO.

Mientras Cataluña parece derrumbarse , y parece que todo esto se va a  ir al carajo, por salvarse el culo unas cuantas familias  de aquí, y subirse al chiringuito otras nuevas, veo un pescador  sentado en una silla , mirando la boya  que flota en las aguas tornasoladas.

Se han construido muchas metáforas de la pesca y de los pescadores. Tuve un   jefe  en una multinacional francesa, un pobre hombre , que presumía que un comercial no renegaba de ninguna pieza , "no se devuelve  ningún pez al mar, por pequeño que sea: es la única manera de crecer", afirmaba.

A este pescador que veo desde la terraza de un bar parece que si picara un pez le  incomodaría: dejar de estar pensando en nada acariciado por el  sol de noviembre, recoger el carrete, mirar la pieza, a ver cuanto mide, y decidir si la ceno, o la devuelvo al mar.

Parece que ese hombre no está allí para pescar. Está para lanzar el anzuelo,  contemplar la boya bailando al son del cantar del agua , y dejar pasar las horas desde  esa silla de Emperador de la mar Océana.

Mientras, muy cerca de donde él está,  el país se va hacer gárgaras.

Envidio a ese hombre. La boya que flota en el muelle es  un planeta para este hombre. Y si alguna vez quieres rezar, esa es la actitud que debes tener.

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