Nunca sabrá un padre, o una madre, el daño que hace la sequedad, la frialdad, la lejanía, en el trato con sus hijos.
No hace falta llegar a la violencia, al mal trato físico, o al desprecio verbal.
"Pronto dejé de ser niño- me dice un amigo- por el miedo, la violencia, la falta de cariño. Para mi padre, que era un hombre muy avaricioso , y muy tacaño, nosotros éramos un gasto, y eso era motivo de enfados , de malas caras...le tenía miedo incluso para pedirle dinero para ir al cine con mis amigos".
"Con los años me convertí en una persona indiferente, con muchas capas, muy difícil de conocer, siempre a la defensiva, incluso con personas que amaba. Tardé años en llorar, y sentía una gran violencia interior, que a veces emergía de una manera grosera y vulgar".
Con trece años sentí la venganza como la única arma para responder a mipadre, al que odiaba. Deseaba su muerte.
A los dieciséis me rebelé contra Dios: ¡no tienes derecho a hacernos esto a mi madre y mis hermanos, ni a mi!
Mi madre murió, y hoy quisiera perdonar a mi padre: ¡ella lo hubiese querido tanto!...y estoy buscando en Dios ese padre para poder llegar al corazón del mío.
¡No sabes cómo cuesta y cómo duele!
LA BARULLA
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