Un día fuimos convocados a la existencia.
En ese tiempo, el que sea que se nos haya destinado, Él triunfará sobre nuestro egoísmo , y nos acogerá en un encuentro inefable que sólo pueden evocar vagamente aquellas palabras que se cruzaron el Salvador y María Magdalena junto al sepulcro vacío.
Ella estaba desolada. Le confundió con el hortelano, y le habló lamentándose , sin volverse, como hablando consigo misma: ¿ si era él quién había ocultado el cuerpo , ¿donde lo había puesto?.
Él la dice solamente "¡María!".
Y ella vuelve la cabeza enloquecida.
Si una mujer ha llorado de alegría alguna vez tuvo que ser esta.
De modo semejante para cada uno de nosotros , en el momento que pensemos que todo se ha hundido para siempre, el Señor , junto a nosotros , pronunciará nuestro nombre.
Entonces, ¡que locura!: una eternidad llena de nuestras lágrimas de gratitud.
LABARULLA: PERSONAS PROBLEMA.
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