En la novela de Mary W. Shelley sobre Frankestein , la criatura hecha de remiendos de cadáveres, hace esta confesión a su ya arrepentido inventor: «Soy malo porque soy desgraciado».
Pienso que la mayoría de los supuestos “malos” que corren por el mundo podrían decir lo mismo si fuesen sinceros. Si se comportan de manera hostil y despiadada con sus semejantes es porque sienten miedo, o soledad, o porque carecen de cosas necesarias que otros muchos poseen.
Algunos padecen la mayor desgracia de todas, la de verse tratados por la mayoría sin amor ni respeto, tal como le ocurría a la pobre criatura del doctor Frankenstein, a la que sólo un ciego y una niña quisieron mostrar amistad.
Por esa razón me impresiona esta foto. Ese hombre , a ojos de muchos, es un monstruo, pero abrazado por el Papa Francisco uno intuye que se siente feliz,acogido, querido.
A continuación , miro la instantánea con su madre y comprendes que el drama de Frankestein, y el de tanta gente, es la soledad: que no tuvo una madre o una familia que le quisiera.
Con los años siento esa necesidad de amor, de ser amparado por el abrazo de un padre, los besos una madre, sus caricias, refugiado al calor de sus manos.
¡Madre!: no me dejes,tengo miedo.
LA BARULLA: INTERCAMBIABLES.
Me ha hecho pensar esta frase de la entrada:
ResponderEliminar"Siento esa necesidad de amor, de ser amparado por el abrazo de un padre, los besos una madre, sus caricias, refugiado al calor de sus manos."
¿Qué es lo que me ha hecho pensar? Que es muy arduo y tiene mucho mérito ponerse en el papel del monstruo. Pero todavía es mucho más arduo y tiene mucho más mérito ponerse en el papel de la madre. Para personas que a causa de una enfermedad o una deficiencia pueden sentirse anormales y sufrir a causa de ello, los padres pueden representar un salvavidas o un faro en el mundo. Quien no tiene salvavidas ni faro son los padres: ellos son –siguiendo con la metáfora marítima– las proas o los espolones que van rompiendo interminablemente ola tras ola, abriéndole una estela al hijo, sabiendo que esa tempestad no va a acabar jamás. Afortunadamente, las personas con algún tipo de enfermedad o deficiencia cada vez se van integrando más en la sociedad, pero hasta hace no muchos años a las personas con síndrome de Down –por poner un ejemplo– se las escondía. Leí las memorias del padre de un niño deficiente, y me llenó de emoción cuando ese hombre contaba cómo decidió ponerse de parte del hijo y no del mundo, despreciando la opinión de los demás y saliendo a pasear junto con su hijo a plena calle (insisto: afortunadamente esto ahora es normal, pero hace treinta, cuarenta años, aquello era una heroicidad). Me doy cuenta de que esta palabra es muy adecuada: "héroes". Es muy importante darse cuenta de cuán necesitados de amor y de perdón estamos nosotros, pero igual de importante es darse cuenta de cuánto necesitamos nosotros mismos amar y perdonar.
Esta es la teoría de algunos: los padres no dan cariño a los hijos, los hijos son malvados y no dan cariño a sus hijos/nietos... y se crea una cadena hasta que alguien la rompe.
ResponderEliminarYo no sé qué decir. Creo que estamos condicionados pero creo que no estamos determinados. Todos tenemos la capacidad intelectual de darnos cuenta del mal y de que no está bien hacerlo, aparte de los sentimientos personales y las inclinaciones que cada uno albergue.