Desde que sentí de una manera rotunda, profunda, contundente, tu perdón, y lo mucho que me querías, no me queda otra que perdonar. Sólo me importa el estado de contento.
Fue de tal envergadura el abrazo que sentí - oceánico- que ahora cierro los ojos y escucho el rumor del mundo, el latido de tu corazón en mi oído, la brisa que acaricia las oraciones de los dolientes...
Todo está allí, no falta nada.
Y la luz, porque cierro los ojos y veo luz, en ella quiero moverme, existir y ser.
¡Cómo me gusta que me quieras de esta manera!
No hay comentarios:
Publicar un comentario