Todos los días acostumbro a dormir pensando en algún paisaje de mi vida. Puede ser el recuerdo de un rostro, un río, un valle, una cima, un encuentro que marcó mi vida...
Una de mis favoritas es pensar en dos cuevas que he visitado con frecuencia casi obsesiva : la cueva del Moro , en la entrada del Cañón de Añisclo, y la Gruta helada de Cateret, en la Brecha de Rolando,la cueva de hielo fósil más alta del mundo.
Disfrutaba introduciéndome hasta lo oscuro y allí quedarme quieto en silencio. Ese silencio con la nieve se apelmazaba , quedaba esa negrura como en sordina.
Parecía que regresabas al vientre de Gea. Me imaginaba esa cueva en la época de los mamuts, ciervos, leones de las cavernas, y osos que medían tres metros de alto, además de renos, íbices, bisontes, rinocerontes y caballos salvajes.
En la oscuridad, el silencio se hace biografía y parece que se condensa todo lo que ha ocurrido en esas paredes.
Dentro de una cueva existe el misterio , pero ese misterio está en sintonía con una sensación de protección. Es fácil rezar en un ambiente así.
En las dos cuevas la experiencia de pasarte la mano a milímetros de los ojos y no sentir su caligrafía era desconcertante.
Las gotas tintinean aquí y allá. Cuando vas saliendo a la luz desde la negrura el musgo rojizo alfombra la entrada . La frescura del rojo es asombrosa. Tan presente e inmediata como un olor, o como el color de las flores en una tarde de junio, cuando el sol se pone.
En el silencio y en la oscuridad la dimensión del lugar importa poco Las medidas geométricas no sirven, porque es como estar dentro de un cuerpo.
Cuando paseas por una cueva las rocas que se alzan y sobresalen, las paredes circundantes con sus accidentes a capricho de la erosión de los siglos , los pasos, los huecos que se han creado mediante el proceso geológico , se parecen extraordinariamente a los órganos y huesos de un cuerpo humano.
Lo que todos tienen en común es que fueron esculpidas por el agua.
Los colores de la cueva también son maravillosos. Las rocas tienen el color de los huesos , las estalagmitas son escarlatas y muy blancas, las cavidades son anaranjadas y viscosas. Las superficies brillan como si estuvieran recubiertas de una viscosidad de alabastro.
Vale la pena ,si no has tenido esa experiencia, que entres sol@ en una cueva. Fueron los primeros santuarios.
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UNA SEPARACIÓN.
Yo me duermo escuchando la radio, programas de debate. Excepto cuando ponen fútbol.
ResponderEliminarCausalmente este fin de semana leí un texto sobre los "misterios eleusinos", asociados a Perséfone, que viene a representar el eterno ciclo del tránsito de la vida a la muerte y de la muerte a la vida. En los ritos eleusinos, al iniciado se le hacia descender por unas galerías subterráneas que le conducían a un lecho donde se celebraban unos desponsales místicos . Como yo no lo sabría decir mejor, copio un pasaje:
ResponderEliminar«El iniciado, después de haber sido purificado, descendía al submundo, igual que el hombre tras la muerte. Recorría a oscuras pasadizos angostos hasta que llegaba a una estancia donde había un lecho, el cual simbolizaba el desposorio místico con Perséfone, que le recibía aquí. Y entonces se le aparecía un resplandor luminoso más fuerte que le alumbraba su camino posterior. Por tanto, en este rito, Perséfone es directamente y por completo el principio lumínico del submundo. En el momento en que ella saluda al peregrino del submundo, éste se ve irradiado de una luz nueva y fuerte, de una contrarréplica del sol que ahuyenta los horrores de la noche de la muerte».