Hemos visto hacer una obra maestra del Urinario de Marcel Duchamp , o de la introducción de un crucifijo en un inodoro.
Y se han comparado tan artísticamente honorables como una Virgencita de Fra Angélico o un retrato de Rembrandt .
Ahora se habla de la polémica de los tiriteros....arte,libertad de expresión, transgresión , lo de siempre.
El problema en este plano de cosas está en que habrá que tener en la reserva una cierto estockaje de cosas sagradas que puedan atacarse y transgredirse porque, si no es así, se acabara la creatividad de los genios, y de ningún otro modo podría mostrarse que hay libertad de expresión.
Un día, y al paso que vamos ese día llegará pronto , no habrá nada sagrado para llenar de mierda y cagarnos en ello. Nos quedaremos sin nada lo sufcientemente sagrado,y alcanzaremos la sordidez.
Y ,entonces, si no hay nada que respetar , si no podemos sacar la minga y orinar sobre ello , ¿cómo sabríamos que somos libres?. Ya no tendrá sentido ni siquiera el espectáculo.
Todas las blasfemias ya se habrán dicho, todas las irreverencias de todos los autores,profesiones, religiones, habrán sido nombradas, nos habremos limpiado el culo con las hojas de toda la Biblia, limpiado los mocos con todas las Constituciones. No habrá Virgen sin quedar ofendida.
Y este Occidente de niños bien que viven de la sopa boba , tendidos en el triclinio del banquete de Trimalción, sólo se moverá para acudir a ese espectáculo de la Gran Transgresión, cuando vean a su puta madre cocida viva en el interior del viente de una monja y griten alborozados: ¡libertad de expresión!.
Todo esto empieza ser muy cansino.
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JUEGOS DE LAINFANCIA (I)
La transgresión, la blasfemia, la irreverencia, la profanación, no van más allá de los límites, las dignidades o las leyes que pretenden romper, sino que, por muy escandalosas que sean, se quedan a la misma distancia de lo que están vulnerando, sin rebasarlo. Yo creo que la libertad artística no consiste en romper límites ni tabúes, porque toda profanación queda adherida a lo profanado. Más bien consiste en ir más allá de lo que hasta ahora se percibía como oposiciones irreconciliables. Haciendo esto, el límite o el tabú no se rompe desde fuera, sino que se deshace por sí mismo. Por ejemplo, verdaderas obras de arte son las que rebasan la oposición entre belleza/fealdad, libertad/destino, salvación/condenación, eternidad/caducidad, lo santo/lo profano, luminoso/oscuro, obvio/incomprensible, lo necesario/lo gratuito, e incluso virtud/vicio. Rebasando esas oposiciones, esos términos no pierden su significado volviéndose vacíos, sino que quedan redefinidos. En este sentido, el artista –y en general el hombre– siempre anda en la cuerda floja entre dos abismos pero por encima de ellos. A diferencia de estas verdaderas obras de arte, las obras transgresoras y las obras edificantes reconfirman las oposiciones mencionadas poniéndose de parte de un extremo. El artista no escoge entre extremos: se queda con ambos. Unos titiriteros que delante de niños escenifican ahorcamientos y violaciones y enaltecimiento del terrorismo no es que estén haciendo algo ilegal, pero tampoco están ejerciendo su libertad de expresión: simplemente son unos mamarrachos.
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