domingo, 21 de febrero de 2016

ELOGIO DEL ZASCANDIL (I)

Fui un alumno botarate, zascandil, trasto. Mi madre decía que, además, era un Adán.

A  mi eso de ser  un Adán me sonaba  muy  mal, si tenemos en cuenta como se representaba a nuestro  primer padre.

Era  muy mal alumno. Un zoquete. Culo de  mal asiento. No  paraba quieto , y no hacía más que imitar  a  profesores, hacer ruidos  absurdos y  carotas.

No tenía prejuicios. Mi  abanico de amistades   abarcaba desde  lo  pior de lo pior, hasta los más empollones. Podía hacer apuestas  a ver quien escupía el  lapo más lejos con un garjajo con pollo incluido, o ser  monaguillo de la parroquia de  santa Engracia con  roquete  y alba .

Siempre levanté  preocupación moral en  algunos curas que  se  empeñaron en darme  buenos consejos.  Me  reprochaban el exceso  de  alegría, el cachondeo destempledo, el decir las cosas a  tontas  y  a  locas.

 Mi padre  a los once años me dio  por imposible. Mi  madre siguió su particular cruzada comprando zapatillas  flexibles para darme en el  pandero.  Era un rabo de lagartija. 

Hacer el idiota  me salvaba de los pesares que me invadían en cuanto volvía a caer en mi vergüenza solitaria. Dios mío, la soledad del zascandil en su vergüenza por no hacer nunca lo debido. Y aquellas ganas de huir  , sobre  todo cuando  me  expulsaban del  colegio,o el  año que repetí curso.... 

Sentí muy pronto las ganas de huir. Pero ¿hacia dónde? Confusión. Huir de mí mismo  para  seguir  siendo  seguir siendo yo mismo. Yo era un Suso  que no  me   sentía  aceptado  por los demás. 

- ¡Cuando caerás  del  burro- !- suspiraba  mi madre al verme como  la barquilla de  Lope , entre las olas solo.

Esas  ganas  de huir  las reflejaba   en las  hojas  de  mis  cuadernos  donde repetía miles  de  veces  mi firma, como buscando mi identidad  perdida. Garabateaba  mi rúbrica  como jesúsmendive todo junto, por separado, jmendive, o jmzabaldica, o jesusmendive zabaldica, susomendive...¡un delirio de autófragos   de lo  más absurdo!

Estaba  como  una cabra. Un día a una profesora de  francés le  dibujé  en un ejercicio  que nos hizo entregar una margarita ,mi  firma, y  la frase " es usted  muy guapa".

Al día siguiente  me  quería morir  sólo  de  pensar  lo que había hecho. Tenía doce años. La  señorita no hizo ninguna mención a mi requiebro y me  devolvió corregido el ejercicio sin ningún tipo de comentario.

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AQUÍ: EL BARULLO: NUNCA MÁS SERVIR...

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