martes, 15 de septiembre de 2015

EN SOLEDAD

Orar y  viajar se tienen  que hacer en soledad: para rezar , meditar ,  ver, examinar y valorar, tienes que estar solo y a tu aire. 

Si no es así, otras personas pueden confundirte: el sacerdote predicando , la charla de un experto, el libro de  meditaciones ,  solaparán tus impresiones de peregrino en tierras por  descubrir  con las suyas; si son una buena compañía  no  te dejarán oír en tu interior la Voz que quiere  que escuches,  obstruirán la vista, y si son aburridas corromperán el silencio con banalidades, haciendo trizas tu concentración con frases del tipo: «Oh, mira, está lloviendo» y «Cuántos árboles tienen aquí», "Jesús  es tu amigo", o "soñad y os quedaréis cortos".

Sea como fuese, buenos o malos,lo cierto es que te ayudarán poco.

Es complicado ver con claridad o pensar atinadamente en compañía de otras personas. La lucidez que proporciona la soledad es un requisito indispensable para capturar esa estampa que, aunque banal, en privado se revela especial y digna de interés. Enriquecedora.

Esa  fue la lección que aprendí en Guatemala  al pasar  meses viajando en soledad.

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