lunes, 29 de febrero de 2016

DOS CUEVAS.

Todos  los  días  acostumbro a dormir pensando en  algún paisaje de mi vida. Puede ser el  recuerdo de un rostro, un río, un valle, una cima, un encuentro  que  marcó  mi vida...

Una de  mis  favoritas   es pensar en  dos cuevas  que he visitado con frecuencia casi   obsesiva  : la cueva  del Moro , en la entrada del Cañón de Añisclo, y la Gruta helada de Cateret, en la Brecha de Rolando,la  cueva   de hielo fósil más alta  del mundo.

Disfrutaba introduciéndome  hasta  lo oscuro y allí  quedarme  quieto  en silencio. Ese silencio  con la nieve  se apelmazaba , quedaba esa  negrura  como en sordina.

Parecía  que regresabas al vientre de Gea. Me  imaginaba  esa cueva  en la época  de  los  mamuts, ciervos, leones de las cavernas, y osos que medían tres metros de alto, además de renos, íbices, bisontes, rinocerontes y caballos salvajes. 

En la oscuridad, el silencio se hace biografía  y parece  que se condensa todo lo que ha ocurrido  en esas  paredes. 

Dentro de una  cueva existe el misterio , pero ese misterio  está en  sintonía  con una sensación de protección. Es fácil rezar en  un ambiente  así.

En las   dos  cuevas  la  experiencia de pasarte  la mano a milímetros  de los ojos y no  sentir  su caligrafía  era  desconcertante. 

Las  gotas  tintinean  aquí  y allá.  Cuando  vas  saliendo a la luz  desde la negrura   el musgo  rojizo alfombra  la  entrada .  La frescura del rojo es asombrosa. Tan presente e inmediata como un olor, o como el color de las flores en una tarde de junio, cuando el sol se pone.

En el silencio  y  en  la  oscuridad  la dimensión del lugar importa poco  Las medidas geométricas no sirven, porque es como estar dentro de un cuerpo.

Cuando  paseas  por una cueva  las rocas que se alzan y sobresalen, las paredes circundantes con sus accidentes a  capricho de la  erosión de los siglos , los pasos, los huecos que se han creado mediante el proceso geológico , se parecen extraordinariamente a los órganos y huesos de un cuerpo humano.

Lo que todos tienen en común es que fueron  esculpidas  por  el agua.

Los colores de la cueva también son maravillosos. Las rocas  tienen el color de los huesos , las estalagmitas son escarlatas y muy blancas, las  cavidades  son anaranjadas y viscosas. Las superficies brillan como si estuvieran recubiertas de una viscosidad de alabastro.

Vale  la pena ,si no has tenido  esa experiencia, que entres sol@  en  una cueva. Fueron   los   primeros  santuarios. 


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UNA SEPARACIÓN.

2 comentarios:

  1. Yo me duermo escuchando la radio, programas de debate. Excepto cuando ponen fútbol.

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  2. Causalmente este fin de semana leí un texto sobre los "misterios eleusinos", asociados a Perséfone, que viene a representar el eterno ciclo del tránsito de la vida a la muerte y de la muerte a la vida. En los ritos eleusinos, al iniciado se le hacia descender por unas galerías subterráneas que le conducían a un lecho donde se celebraban unos desponsales místicos . Como yo no lo sabría decir mejor, copio un pasaje:

    «El iniciado, después de haber sido purificado, descendía al submundo, igual que el hombre tras la muerte. Recorría a oscuras pasadizos angostos hasta que llegaba a una estancia donde había un lecho, el cual simbolizaba el desposorio místico con Perséfone, que le recibía aquí. Y entonces se le aparecía un resplandor luminoso más fuerte que le alumbraba su camino posterior. Por tanto, en este rito, Perséfone es directamente y por completo el principio lumínico del submundo. En el momento en que ella saluda al peregrino del submundo, éste se ve irradiado de una luz nueva y fuerte, de una contrarréplica del sol que ahuyenta los horrores de la noche de la muerte».

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