domingo, 25 de octubre de 2015

UN DÍA CUALQUIERA

Voy a Misa de ocho de la mañana   a los agustinos.  Voy sólo a estar  contigo. Todavía ando lejos de tu orla. Aunque la tocase  no creo que te dieses  cuenta de quién te tocaba.

No consigo rezar, como siempre. ¿Qué es rezar?. Rezar es hablar con Dios, enseña el catecismo. Pero  el evangelio  dice que Dios, que ve en lo escondido, ya sabe lo que necesito. Me dejo querer. ¡Que haga conmigo  lo que quiera!

La gente en esta iglesia  es monótona en sus costumbres, rezos, y ritos. Vidas sin penas  ni glorias. Varias de  las mujeres  tienen el sello de la prelatura: limpias, asexuadas, piadosas, sin ningún elemento de gracia   perceptible. Recuerdo al doctor  M. , quejoso ante la entrega de sus hijos a un Dios que les había uniformado de tal manera que le costaba reconocerlos en su infancia:

- ¡Entonces sí eran todos distintos!...¡y ahora se parecen todos tanto: los mismos consejos, las misma frases.

Desayuno un  cortado leyendo el Mundo. La señora del local  desprende una lozanía aniñada y manzanera, un tanto  barnizada. 

Regreso a casa. Escucho música. Leo. Escribo. Recuerdo.

Como en el CDO , un gimnasio  de aquí al lado. Hay  algo  de tontería  y de pijería , de quiero y no puedo  en su clientela.  En frente  come  una pareja  joven. Ella es de una  belleza  rubia impenetrable e indescernible .

Por la tarde me invade un sopor pesadísimo 

La tarde  me pillará  solo, otra vez. Caerá con una vaguedad  espesísima.

Antes de retirarme una  copa con el señor  Ussía, pariente del escritor. Lo conocí ayer. Curioso  personaje    venido a menos.

Ayer  tuve una pesadilla, un sueño de  precipicios  y abismos donde  el vértigo  me agobia.

  

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