Vivía con una rabia interior que me
desconcertaba.
Era Bucéfalo , odiándome a mi mismo, asustado porque pisaba mi propia sombra , miedo de mi mismo. ¡Ojalá no hayas sentido ese miedo nunca!
Llegaste tú y supiste ofrecerme agua de la palma de tu mano: ¡Dios, qué paz!
Ahora soy una caracola que huele a mar y sueno a olas, y me paseas al atardecer.
Se me oye la adolescencia en las huellas de arena limpia, de brisa y aire ,llena de fragmentos de vísperas y de intactas rutas aún por descubrir.
Así. Más allá de la sombra: sólo me atrevo a decir "te quiero".
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