Ella tenía los ojos hechos a trenzar los atardeceres de color calabaza diluidos en esteras que heredó de sus padres. Sus miradas iban derechas a desligar el sueño de sus mismas intimidades.
Ella se dedicaba a escuchar.
Las ventanas aún no habían creado el secreto que celosamente guardaría cuando el ángel anunció el color del tiempo , y ella selló con una medio sonrisa lo esencial.
Fue el tiempo de olvidar.
Después se sabrá todo.
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