sábado, 2 de enero de 2016

DOS ANÉCDOTAS DE LA INFANCIA

Tendría  unos siete años u ocho años. Mis padres  se habían mudado a la calle Francisco de  Vitoria  en Zaragoza. Fue un cambio muy brusco: de un barrio de gitanos, la Sierra Purroy , en Torrero, al centro centro.

De la Escuela de san Antonio, con un profesor de malas pulgas  y olora  fétida, al Colegio del  Salvador, los jesuitas, con   padres de porte  distinguido , y profesoras guapas y  estilosas.

Al llegar   nuevo  quise  dar  la nota  por congraciarme  con la  clase.

La señorita Querubina  paseaba por entre  los pasillos del aula dictando en voz alta. En la segunda  vuelta  ,al pasar a  mi lado, me tiro  al  suelo  para  buscar el bolígrafo  que había  lanzado al suelo, y   me quedo  mirándole las bragas a  la doña.

La clase dijo en voz alta "¡¡¡UALAAAA!!!". 

- ¿Qué sucede?- pregunta la señorita Querubina.

- Que ese  niño  se ha tirado al suelo para verle las bragas.

A  ver....esas bragas color carne no merecían el tortazo que me llevé, ni  mucho  menos. Pero me lo llevé: vi  a  Tarzán vestido de primera Comunión.

Pero no aprendí.

La verdad es que algo no andaba  muy bien  en eso que llaman "educación de la sexualidad y afectividad.

Una mañana, estaba sólo en la capilla del colegio,me acerqué a la imagen de la Virgen ,   me encaramé en el retablo  y le levanté las faldas a la mismísima Inmaculada Concepción. 

Sentía curiosidad por saber qué había debajo de aquella imagen cuyo rostro de porcelana tanto me atraía.

Cuando estaba  con el cuello torcido, sobre el  altar   sosteniendo  la falda    , se abre  la puerta  de  la capilla y aparece el hermano Babil, un religioso de altura restringida , un petiso  vamos, y que  se decía  que de la guerra  civil  le había  quedado un proyectil   incrustado  en el cerebro.

El  tortazo fue lo que en pelota mano se llama   de gancho- sobaquillo- sotamano.

Omito describir  a  quién vi...

¡Qué  decepción!:   debajo de aquellas telas brocadas en oro había solo unos palitroques

De aquello  me  quedó un enorme  remordimiento  y el domingo  siguiente  fui  a confesarme:

- Ave  María Purísima.

- Sin pecado concebida, hijo.

- Me  acuso de que le he visto las bragas a  la Virgen  una vez.

- ......

-  ¿Padre?

- Sí, hijo, estoy aquí.  A  ver, ¿  qué es lo que has hecho?

- Le he visto las bragas a la Virgen María una vez.

- ¿Pero tú estás tonto?...anda, anda...

- Es que...

- ¡Que te vayas !: ¡leñe  con el crío!

Y a  mi me parece que es el  pecado más gordo  de  todos  los  que he  hecho en mi vida.

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VISITA LA BARULLA.

1 comentario:

  1. Una madre preocupada3 de enero de 2016, 20:23

    Suso, con la distancia que dan los años, ¿crees que si la reacción de la señorita Querubina o del hermano Babil hubiera sido diferente habrías madurado antes? Es decir, ¿crees que te hubiera hecho cambiar algo o tenías que haber pasado por esa etapa de tu vida de todas maneras aunque hubieras vivido en otro ambiente menos "represivo"?

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