Me gusta las rodajas de tomate y los huevos fritos que me preparaba mi madre porque recuerdan mi infancia.
Imaginar alguna de las rutas que hice en el Pirineo, por ejemplo, el Valle de Barrosa. O releer cualquiera de los libros de viajes de Javier Reverte en el sillón de casa, a la luz extraordinaria del atardecer del ático.
Escribir lo que me pasa , olerlo mientras tecleo.
Ver cómo pasean cogidos de las manos dos ancianos. Pensar en la playa Larga de Tarragona y andarla desde donde estoy. Inaugurar el día sintiendo el canto del amanecer. También me gusta Retorno a Brideshead , la voz de Adele , los autorretratos de Rembrandt , y la poesía de Pessoa.
Me gusta acariciar los melocotones , el contacto de la piel cuando está muy fría , las noches lechales de estrellas , algunas miradas en el AVE, la tostada sobre la que resbala el aceite de oliva. Me gusta Chavela Vargas y cualquier música de México , las melodías de Bach y algunas canciones de Sabina.
Andar solo , contar chistes malos, sentir ráfagas de viento, la obertura de la Traviata. Me gusta perder el tiempo hablando con los amigos, rezar por el alma de un abejorro aplastado contra el parabrisas de mi coche , andar por la ciudad con las manos en los bolsillos contemplando los rostros anónimos.
Me gusta rezar el Oh Señora mía, cantar cualquier canción de mi infancia y adolescencia, las anécdotas picantes, reírme de todo. Reírme de nada.
Las fotos familiares.
Y, a veces, mandar todo a la mierda.
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AQUÍ: LA BARULLA: UN DIRECTOR FINANCIERO.
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