A veces pienso que ser feliz consiste en no darse cuenta de que uno está viviendo. O, al revés, estar viviendo sin darte cuenta y , derepenete, depronoto, observar la magia de ese rostro, de aquel paisaje, de una palabra descubierta al azar, o de ese aroma.
Es como cuando uno vivía y sólo tenía un rabito. Antes de que me dijeran "esto es pecado, se llama "pensamiento impuro", o esa cosita no se toca, o cualquiera de las normas que me tatuaron en la nuca de la conciencia para siempre .
Cuando era un Adán antes de la caída , un chimpancé inmortal que iba de rama en rama comiendo bajo la complacida mirada de Dios. No le sucedía nada, de modo que en esa etapa de inocencia ese hombre era muy feliz, e iba tan pancho ante un paisaje de escaparate de Viajes Halcón.
Cuando mi memoria se confundía con la sonrisa de mi madre , o la voz de mi padre llorando al cantar "La Paloma", y Dios era un padre bueno , buenísimo , y María me quería sin echarme en cara mis trastadas.
¿Cuándo he sido realmente feliz? Sin duda durante esos años, en que no me pasó nada. Ni bueno, ni malo. Esos paréntesis cerebrales sin historia constituyen la felicidad.
Tal vez el vago recuerdo de aquellos días en primaria, una esfumada imagen de un chaval besando su imagen en el espejo de la adolescencia, un cierto perfume en el cine Venecia , la canción de moda de un verano , probablemente sería Mami blue , que sonaba en las fiestas de Bielsa , el roce de la goma del sostén de una muchacha cuyo nombre olvidé.
O la silueta anfibia que tirita en el río de mi memoria y que se ha ido con el viento. Esa lluvia de la tormenta de verano , que desaguaban los canelones del del Hotel Vidaller, mientras leía en un trastero números retrasados del Reader Digest .
La felicidad suele involucrarse con la nostalgia, pero no es la nostalgia, sino el lado oculto de la conciencia, esa zorra que alguien prostituyó cuando era un crío.
Si me preguntas qué busco , te diré que quiero morir y estar contigo para siempre.
Lo demás, bueno, importa más o menos.
La verdadera felicidad es incondicional, no depende de las circunstancias. Si te pica una abeja, duele realmente, el dolor es real, pero eso no te hace infeliz.
ResponderEliminarSi tienes un disgusto del tipo que sea, duele realmente en el alma, pero eso no te hace infeliz.