Un sábado entró Jesús en casa de uno de los jefes de los fariseos para comer, y ellos le estaban observando.
Había allí, delante de él, un hombre hidrópico.
Entonces preguntó Jesús a los maestros de la ley y a los fariseos: ¿Es lícito curar en sábado, o no? Pero ellos se callaron. Entonces le tomó, le curó, y le despidió.
No extraña que sea Jesús el que pregunte a uno de los jefes de los fariseos.
Otra vez es el jefe el que se enfada y pregunta:
Una mujer desde hacía dieciocho años tenía una enfermedad producida por un espíritu. Estaba encorvada y no podía enderezar. Jesús, al verla, la llamó y le dijo:
- Mujer, quedas libre de tu enfermedad!
Le impuso las manos y al instante ella se enderezó y glorificaba a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, decía a la gente:
- Hay seis días para trabajar. Venid a haceros curar uno de estos días y no en sábado.
"Le estaban observando".
La Ley les dice que no es lícito curar en sábado y Él lo único que hace es curar en sábado. Y ya está.
¡Ojalá no preguntes nunca si puedes curar o no en sábado!: ¡que no haya sábados que cumplir en tu biografía!.
¡Que toda tu vida sean lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábados y domingos!
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