viernes, 15 de enero de 2016

EL SÍNDROME DE SOLOMÓN.

El Síndrome de Solomon  consiste  en que  la presión social nos lleva a decir y hacer cosas ajenas a nuestra voluntad por el deseo de ser aceptados en el grupo y en especial por miedo. 

¿Miedo a qué? A destacar, a ser diferentes a los demás, a la crítica, al rechazo, a la envidia, a no ser aceptados, al ridículo.

No vale la pena ser así. Acostúmbrate a  decir  siempre lo que piensas. No  te cortes.

Conozco algunos, y no son pocos, que se mueven  en el mundo de lo  políticamente correcto. Son previsibles. Defienden en voz alta y delante de los demás  argumentos opuestos a sus  propias  creencias simplemente porque otros lo han hecho antes, o  por  no cantar.

¿Pero por qué motivo alguien preferiría no destacar en algún campo en el que es bueno? :  por no despertar envidias, por pasar desapercibido, por timidez, por problemas de autoestima, por miedo al que dirán.

El miedo que se esconde por la posibilidad de ser criticados es el mismo miedo que nos impedirá alcanzar el éxito. Es el famoso "que no te saquen cantares  que aquí  nos  conocemos  todos".

 Mucha gente cree que  su  valor como personas depende de cómo nos vean los demás.

Me encanta la fábula de la luciérnaga y el sapo de Juan Eugenio Hartzenbusch porque de una manera muy sencilla y didáctica es capaz de describir cómo la envidia por lo que hace diferente y especial al otro llega al extremo de querer acabar con él:


En el silencio de la noche oscura 
sale de la espesura 
incauta la luciérnaga modesta, 
y su templado brillo 
luce en la oscuridad el gusanillo. 
Un sapo vil, a quien la luz enoja, 
tiro traidor le asesta, 
y de su boca inmunda 
la saliva mortífera le arroja. 
La luciérnaga dijo moribunda:
¿Qué te hice yo para que así atentaras
a mi vida inocente?
Y el monstruo respondió: Bicho imprudente,
siempre las distinciones valen caras:
no te escupiera yo, si no brillaras.

 Una  pena no querer brillar, apagar nuestro destello , ese  que nos hace distintos, diferentes, originales, que nos enriquece a  los demás.

Apagar nuestro destello porque creemos que de este modo encajaremos mejor  en la sociedad es el peor error que podemos cometer.

En el mundo de la empresa nos encontramos  muy a menudo con compañeros y con jefes que son felices fomentando el Síndrome de Solomon:  sapos disfrazados que disimuladamente van escupiendo a todas las luciérnagas que molestan con su brillo.

Detrás de todas estas conductas se esconde una vieja conocida: la envidia.

No te  cortes  ni un pelo. Sé tú. Recuerda  el triste  y grotesco cuento   del padre, el hijo, y el burro.

----------------
LA BARULLA:HACE UN AÑO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario