martes, 19 de abril de 2016

FURTIVOS

A mi padre  le  encantaba  pescar  truchas  a mano  como  un furtivo. 

De  todos  los hermanos  el  más habilidoso  fue Chema. Aún practica  la afición.

Yo era  incapaz de estar sereno y  tranquilo al  palpar y acariciar el vientre del pez  . Sentía  el bicho  el tacto nervioso  de mis dedos y salía a  escape.    

Muchas veces, regresando  de  alguna excursión en Pineta , nos entreteníamos a pescar  en alguna poza del Cinca. Para mi tenía  algo de  inquietante. A  veces te encontrabas  con una culebra debajo de una piedra , y en ocasiones se puede confundir con una trucha; la duda desaparece cuando al intentar sacarla, se te enrosca en la mano.La trucha  huye, la culebra se te enrosca.

Río arriba , contra corriente ,con el pantalón arremangado hasta  las pantorrillas , la trucha al salir huyendo, siempre va aguas arriba y es fácil  volver a encontrarte con ella.

Les gusta estar  en una poza , o debajo de una piedra grande. Allí se siente segura y  me da  que disfruta del masaje del agua en sus escamas.

Las piedras de los pequeños ríos del  Pirineo suele tener la entrada por la parte de abajo, contraria a la corriente y no suele obstruirse. Introduces la mano y la vas  metiendo en los agujeros que quepa entera.

Mi padre  tenía una paciencia   asombrosa. Río arriba, con las aguas frías del deshielo, no había   lugar que no escudriñara.  En el río hay lugares y piedras privilegiadas que suelen estar ocupadas por las truchas más grandes. Lugares un tanto misteriosos por  los que tienen  querencias  las truchas mandonas. .

Le gustaba  sacar metáforas  y moralejas de las lecciones que da elrtío,y sus habitantes.

- En la vida  encontrarás  también mandones y abusones. 

La trucha busca la piedra muy rodada que le ofrezca una superficie pulimentada donde pueda restregarse, rascarse, sin hacerse daño. Y eso no se lo ofrece la pizarra y menos la caliza, ya que éstas tienen una superficie áspera, picos y aristas cortantes. La trucha siente un placer al restregarse con una piedra suave, con otras truchas o con la mano del pescador.

El mayor disfrute de un pescador, ¡a mi padre  le fascinaba!, eras estarse  tiempo acariciando  el vientre de una trucha debajo del agua.

El problema  no es que la  trucha sea muy resbaladiza, sino en la facilidad de movimientos y el riesgo de escaparse por cualquier agujero no previsto. Antes de rendirse lo intentará todo, yendo de un lado para otro y buscando una posible salida.

Se enfadaba  conmigo  cuando  veía que tenía miedo a la trucha  cuando, alocada, iba  de un lado para otro, y yo intentaba  echarle mano.

- Déjala  hacer:  cuando vea la imposibilidad de salir se acobardará  y entonces es el momento de intentar apresarla. Ella  te dará  siempre la cola y guarda la cabeza. Con dos dedos tira de la cola muy suavemente y  la vas atrayendo poco a poco. Si ofrece alguna resistencia, tranquilo. Vuelve a tirar de la cola una y otra vez hasta que cansada se entrega.

¡Vaya  hombre!

Una vez pasé  miedo. Miedo de verdad. 

Fue en Liédena, en  una poza del tío Irati . Nos  dejó en la orilla   y fue a chapuzar  debajo de una pequeña   cascada  que  formaba una gran poza. Mi padre  debía  tener  unos buenos pulmones, resistía bien  de bajo del agua por lo menos medio minuto y mucha habilidad para atrapar las truchas, pues el tiempo apremia. 

Me  agobiaba  verle  zambullirse varias veces consecutivas, y sentía  un  miedo angustioso pensando que no  saliese. Hay un peligro. Introducir la mano entre dos piedras o raíces y no poder sacarla. Mi padre  nos  contó alguna anécdota de alguien de su  pueblo al respecto.

Todo  viene  a  cuento de  unas truchas que  compré en Mercadona, y conté a  una mujer estas  historias  que   están , como las truchas de Pineta, en el fondo de la memoria , donde  descubro  la luz blanca de las aguas  perladas al sol del mediodía, las escamas de plata de las truchas  y el azul  del cielo  sobre el verde  de aquellos valles que era la inocencia.

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EL BARULLO: APOCALIPSIS

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