jueves, 3 de marzo de 2016

A.M.D.G.

Nací  en una  España donde  el placer  estaba mal  visto  y donde se hablaba  muy poco  del derecho  a  la felicidad, que es chorrada  que  quieren conquistar  nuestros políticos.

Ignoro si la felicidad es un derecho.  Mi generación nació en 1957, y fuimos educados por unos padres que a su vez habían sido educados  por gente que había vivido el odio  de una guerra fratricida.

Mi abuelo fue bendecido  por los vencedores de esa  guerra. Alojó al  general Mola varias veces en su casa , y llenaba de gasolina  los tanques del ejercito a su paso al frente de Jaca.

Le concedieron  la distribución exclusiva  de los vinos Mendive  en todos los cuarteles de la zona norte de España.

La caridad  que, dicen, tuvo con algunos de su pueblo , los salvó de  un fusilamiento seguro, no la tuvo con mi padre, al que  desheredó por casarse con una  Zabaldica.

Mis  profesores eran jesuitas que habían vivido  su expulsión de  España, y regresaron de un mundo camuflados  y  con ganas de   poner este país a los pies del Sagrado Corazón de  Jesús  a   tortazos  . La moral de nuestros padres , la ascética, y su doctrina, era rigorista, severa, excesiva. Cabezas  muy  sectarias.

Mi generación despertó al uso de razón con la vacuna de la tuberculosis.  . Se educó sexualmente en la clandestinidad, algunos ni siquiera  así. Recuerdo  la explicación que me  dio el padre Lucia. Convencido quedé que la fecundación era cosa de hacer pipí dentro de la  rajita de una mujer. Me pareció algo repugnante, a pesar de que aquel hombre insistía en que ese placer era cosa de Dios.

"¿Qué placer puede haber en mearse dentro de una chica?, me  preguntaba.

Leíamos  "Corazón" .  Dios  me fue presentado en unas  láminas entre llamas, demonios, y un mal carácter de  cascarrabias  muy principal . Conocimos  el amor bajo el fuego cruzado de todas la penas que puedan imaginarse.

- En esto  no hay parvedad de materia- sentenciaba  el padre Lucia. 

Y uno no sabía  qué era eso de parvedad de materia. Por esa razón insistías en  la confesión si una, dos, media,  o tres  cuartos.

Mi generación la   formaron una gente que estaba convencida que el mal era la respuesta de la naturaleza a  la pregunta "¿qué hacemos aquí?"

Esto era un Valle de lágrimas .Ahora resulta que la gente quiere ser feliz y reclama sus derechos. Este deseo inmoderado a algunos nos parece  que como  que no. Porque si levantas el faldón de  nuestra camisa aparece en la ingle tatuado el herraje de  una esas ganadería : A.M.D.G.

En nuestro paisaje infantil la técnica   se reducía  a un seiscientos , a bañarte una vez  a  la semana, a heredar  la ropa de tus hermanos.

En aquel tiempo nos  costó mucho   distinguir lo heroico de lo fanático, de separar las nociones de castigo y venganza, de diferenciar la humildad y el sufrimiento.

En medio de la pertinaz sequía se hablaba de España escupiendo al pronunciar la "P", y   profesores  de Formación del Espíritu Nacional  que medían apenas un metro sesenta exaltaban  la raza a gritos de voces atipladas y bigotes perfilados a lápiz.

La nuestra es una generación donde nos enseñaron una fe  atormentada , donde el placer estaba  muy mal visto.

Muchas veces quiero desprenderme  de  todas esas  capas  , hasta que llego a la marca del hierro candente de esa ganadería , que a fuego quedó grabada.

Y no puedo.

-----------------
EL BARULLO: COMO UNA ORACIÓN EN LA CÁMARA DE GAS.

2 comentarios:

  1. Pienso que el problema es la voluntad de controlar a los demás, especialmente a los de nuestra propia familia. Y en la familia especialmente a los hijos. Algunos padres utilizan la herencia para esto.
    ¿Qué es la felicidad? Como el "bien", las cosas simples no se pueden definir más que por sus efectos, que diría Moore.

    ResponderEliminar
  2. Vaya cabronazo tu abuelo. Pero me apuesto algo a que no faltaba en la misa de los domingos y fiestas de guardar.

    ResponderEliminar