jueves, 10 de marzo de 2016

EL FRÍO DE MI INFANCIA

El frío y el cierzo de  mi infancia se  ha convertido en una categoría   en mi alma 

 Lo recuerdo en las tardes moradas de diciembre , cuando cubierto con un pasamontañas  te encogías sobre tí mismo al dar la vuelta a la  esquina que cruzaba la Gran Vía con el Paseo Sagasta              y exclamabas  "¡coño  que viento!"...de allí que al rincóncico se le llamase  "Esquina del coño"

El cierzo que venía del Moncayo , viento del norte  silbando en los canalones del patio,  mientras leía tebeos, o soñaba mis cosas  al volver de la escuela con el pelo revuelto y  desaliñado.

 O en las noches de invierno que dormía en la misma cama con mi  hermano y hacíamos una  tienda de campaña  con la sábana para refugiarnos en ella y dentro de aquel espacio, que me parecía inmenso, nos contábamos historias de terror, nos tirábamos pedos previo aviso de "aúa aúa, inmersión inmersión!", o escuchamos "ustedes son formidables" en la radio, escondida debajo de la almohada.

Aquella ventolera persistente, agresiva, salvaje y arrebolada  de la infancia la llevo asociada a las faldas  de algunas mujeres , y a las chicas del sagrado Corazón recogidas sobre  sus brazos cruzados y el pelo a  la rebolé.

A  veces nevaba en Zaragoza, y  la noche suspendía todos los sonidos , los apelmazaba. Los perros no ladraban, no se oía ninguna voz en la calle y el roce de la vía  del tranvía  parecía llegar atravesando un silencio blando. La pureza de aquella nieve tardaba mucho tiempo en ser vulnerada hasta el punto que la conservo  dentro  intacta todavía. 

Con los mocos de estalactita transparente  en el belfo sobre aquella luz   gris  acerada   íbamos al colegio , con guantes de lana , calcetines de media caña, que se te comían los zapatos  , pantalones cortos , y el pasamontañas también de lana. . 

El deshielo de marzo, al final de un frío extenso , es un espectáculo muy puro cuando se produce en el corazón de  los Monegros , esas  escarchas que lloran el rocío al amanecer,  o se desliza desde aquellos plataneros de la niñez que sólo pertenecen a nuestra memoria. 

¡Joder, cómo  me  duele esa  infancia  que  no consigo  atrapar , como este viento del que  escribo y recuerdo!

Hoy la gente va al trabajo con sus miedos a cuestas y las ruedas de los coches aplastan la primera luz de la nieve que sólo pertenece a los niños. Los niños ya no la pisan virgen, blanca y pura como una miniatura japonesa, que son los que mejor la han pintado.A ellos les  queda el  barro.

A simple vista se trata de la vida, pero esa sucia y oscura amalgama negruzca  que se forma en la ciudad al día siguiente de la nevada es la metáfora de en qué nos hemos convertido: Mientras aquí abajo la  sociedad se ha convertido en un barrizal de  negro pez  de intereses  espureos, de corrupción , de egoísmo ,  la nieve que cayó estos días pasados ha ido a refugiarse de nuevo en el corazón del bosque, y se espolvorea en las  orillas  de los sembrados.

No sé donde anda el alma de ese niño que fui, hoy me encuentro  zarandeado por la  vulgaridad, incluso  la mía; la violencia de los fanáticos y la agresividad de ciertos personas  que no citaré  me  hacen sentir miserable.

 Pero en este momento el sol de enero  en algún lugar muy preservado está transformando la nieve en un  martillito de luz   que se desprende desde las ramas de un  humilde pino  hasta el humus fermentado. 

Durante la caída atraviesa nuestra  memoria y te roza ese  pelo revuelto de tu niñez. 
Vuelve  a  ella, nada está  perdido.

1 comentario:

  1. Llevo ya años en Zaragoza, pero todavía no me desaparece la sorpresa y susto de pasar por esa esquina. No entendía cómo podía ser que en cosa de metros hubiera tal diferencia. Increíble. Y por cierto, ya no nieva...

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