sábado, 5 de marzo de 2016

LA LUZ DE AQUELLOS DÍAS.

Hay días de febrero en Valladolid  en los que el cielo parece desplomarse sobre el terreno. Las nubes son consistentes y plomizas, panzudas. 

La tierra está húmeda, los surcos, frescos y sólo algún cuervo ofrece señales de vida en un paisaje dormido. Aunque se ven pasar  bandadas de cigüeñas por el cielo de la ciudad rumbo a las Lagunas de Villafáfila.

En el horizonte, la luz adquiere un color gris , casi metálico, mientras el viento helado azota los páramos.

En esos días  los pueblos de los Montes Torozos , abandonados de la mano de Dios,  las mujeres se refugian en los fogones de la cocina, y se reúnen aún a rezar el rosario y jugar a las cartas ,  y los hombres echan la partida en los bares.

Recuerdo mi  infancia en Zaragoza cuando mi madre nos ponía bolsas de agua caliente en la cama, ¡qué  agradable  sensación!, y salían chispas de las sábanas nuevas, recién lavadas y planchadas,   y con un olor que no he vuelto a  sentir desde entonces.

Los domingos  por la tarde proyectaban en el colegio de El Salvador, de los jesuítas,  películas de 'El Gordo y El Flaco', de indios y vaqueros, de Louis de Founes, donde yo, criatura, sufría viendo morir a los  malos y me preguntaba si morían en pecado mortal  dónde  estarían sus almas. 

Había que parar la sesión para cambiar los rollos, que venían en estuches metálicos dentro de un saco.

Hoy pienso en esos domingos y añoro esos días porque toda la familia íbamos a Misa, y después comprábamos petit suisse  para el postre , y nos reuníamos  para comer. Mis padres iban a Misa bien elegantones.

Después del cine salía a zascandilear por la calle. Éramos  muy libres, como gatos. Tiempo de pantalones cortos y de frío , de limpiarte los mocos con la manga del jersey.

Todo ese mundo ha desaparecido y me parece que soy el último testigo de aquellos momentos en los que no sabíamos que éramos felices y que la infancia es un don precario. Cierro los ojos y veo la luz de aquellos días de enero iluminar unos tejados que hoy son escombros del tiempo.



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EL BARULLO : AGUIRRE EL MAGNÍFICO

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