miércoles, 23 de marzo de 2016

De  repente, otra vez, el Oso Hormiguero  del Terrorismo sacó su larga  y viscosa lengua sobre  la vida doméstica de  la  gente   que iba  a sus cosas de cada  día: sus  labores, amores, alegrías, tristezas , proyectos, ilusiones, querencias, manías. 

Alguno  estaría  desesperado , maldiciendo  haber perdido  ese   metro que le hubiese  llevado a  una  entrevista de trabajo a  la que nunca  llegaría. Otro esperaba   desconsolado  el avión que  le llevaría  a  visitar  a su madre diagnosticada de un cáncer  terminal.

De  repente , la vida  se viene  a  
fundido  en negro  por ese animal   fanático sin dientes, pero con una lengua de odio capaz de atrapar  35.000 hormigas  al día.

Las  afiladas garras   del terror   abren los agujeros en   nuestra sociedad   y   , ciegos,  actúan sin  miramientos:  sacan y meten  la lengua pringosa  hasta 160 veces por minuto.

Un detalle  de estas  bestias:  los osos hormigueros nunca destruyen un nido de hormigas, sino que prefieren volver a él en el futuro para alimentarse de nuevo.

Y  también es  cierto  que  son ciegos. Para encontrar sus presas estos animales no se guían por la vista-que en su caso es escasa-sino por el olfato. Metáfora inquietante  :  es nuestro  olor, que es  nuestra  manera de  vivir  libres, lo que  desprecian.

Ayer ,en un hormiguero de  Bruselas , el Oso Oscuro   devastó la  vida  sencilla  de  gente  pequeña y normal , de todos  los colores . Y  lloramos  en  el  mismo idioma, porque el dolor  sólo gime una jerga    que entendemos  todos: las lágrimas  son su caligrafía, el llanto  las notas  musicales de ese  pentagrama escrito en clave  que todos  conocemos de  nuestras clases  de solfeo.

Descansen en paz.

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