lunes, 28 de marzo de 2016

NUNCA MÁS SERVIR A SEÑOR QUE VAYA A MORIR.

Hay  personas  que  son  como   algunas especies de estrellas de mar, que   tienen la capacidad de regenerar brazos perdidos y pueden crecer nuevos miembros. 

El dolor  puede  generar  vida. 

Algunas especies también tienen la capacidad de volver a crecer un nuevo disco central a partir de un solo brazo. La regeneración puede tomar varios meses o años. 

Una extremidad separada vive de nutrientes almacenados hasta que vuelve a crecer un disco central y una boca y es capaz de alimentarse de nuevo. Una metáfora  de  esa    gente  que vive retroalimentándose  en la soledad  de  su propio dolor  por  la  pérdida  de  una parte que  le daba vida.

El  amor  separado de un  modo   imprevisto , por  un accidente , o  por efecto de  un depredador , nos  parte en dos. Pero  el sujeto de tanto  dolor   no quiere  más amores  compartidos, y es en su interior , por  gemación,  por fragmentación, por esporación , o  por bipartición, que se  reproducen.

Pero  siempre  de modo  asexual.

En  el Océano     son las estrellas de mar, algunas  esponjas, los  anélidos, y los  corales los  que  viven  así.

En el reino  hominal , algunos  viudos, y muchas  viudas.


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EL BARULLO: LA GOTA DE AGUA.

1 comentario:

  1. Vaya por delante que no estoy seguro de haber entendido bien esta entrada.

    Edgar Allan Poe tiene un cuento, titulado “Eleonora”, que trata justamente del amor roto por el fallecimiento de la amada –que precisamente es Leonora–. El cuento deja claro que es inalienable el derecho del superviviente a renacer a la vida y al amor, y termina con estas estremecedoras palabras que el espíritu de Leonora, la muerta, susurra al amante dormido, que entre tanto se ha enamorado de otra mujer, llamada Ermengarda:

    “¡Duerme en paz! Pues el espíritu del Amor reina y gobierna y, abriendo tu corazón a Ermengarda, estás libre, por razones que conocerás en el Cielo, de los juramentos que hiciste a Leonora.”

    El fragmento más conmovedor de estas palabras susurradas al dormido es: “por razones que conocerás en el cielo”.

    Pero al mismo tiempo tenemos que reconocerles a “algunos viudos y a muchas viudas” su derecho a que, la unión amorosa que una vez sellaron en vida, no quede rota con la muerte del cónyuge. Quizá haya viudos recalcitrantes, “eternos viudos” y “eternas viudas”, que repriman los rebrotes de amor y de vida por miramiento o por un sentido del deber mal entendido. Pero es seguro que algunas personas llegan a compenetrarse tanto que ni siquiera la muerte rompe su unión, o que ni siquiera la vida es capaz de restituirla.

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